jueves, 11 de octubre de 2007

Sobre tabaco y azúcar

En relación con el ensayo de Ortiz “Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar”.
Tengo a respecto algunas reflexiones al respecto de la cultura del “guaro” como contrapunteo de la transculturación en el ambiente tico.
La chicha y el chicheme se constituyen como elemento contrario a la transculturación de la cultura del “guaro”. En principio, la bebida del maíz fermentado era un producto de consumo colectivo en los grupos ancestrales. Y no solo eso, era tan importante su consumo que todos se involucraban de manera ritual en su preparación. Las mujeres, con su propia boca, masticaban el maíz de la mazorca y con la magia de su saliva, mediante un escupitajo producían un “néctar divino” para el consumo ritualizado que celebraba ya fuera la fertilidad o un acto funerario.
Con la presencia de la caña de azúcar en el nuevo mundo cambian los patrones culturales que apuntan a la nueva transculturación: países con olor a ron, a tequila, a pisco y a otras bebidas que enmascaran el desarrollo político y económico de la pobreza de los que la producen y el consumo de los que la venden, es decir mientras unos “se comen la piña, a otros les duele la panza”. La demanda de los licores perfiló economías fuertes en los distintos países latinoamericanos.
Las culturas autóctonas se quedan rezagadas en su abandono en llamadas “comunidades”, “reservas” o bien asentamientos en donde su único consuelo de autenticidad es consumir el néctar divino de la chicha. Pero, también son utilizadas en el cultivo, procesamiento y el consumo de la bebida, lo que implica que gradualmente agrava su propia condición cultural. El consumo extremo e inadecuado de las bebidas alcohólicas implica mayores consecuencias sociales que en la actualidad dejan secuelas que se les denomina resultados de la “cultura del guaro”. Por otra parte, vale la pena mencionar la presencia de una bebida que no deja mayores beneficios en el sector agrícola: la cerveza. Contrariamente, esta bebida no es elaborada con productos autóctonos más que una cristalina agua que en la actualidad representa uno de los mayores peligros, ya que se ponen en riesgo los manantiales y se vuelven focos de atención hasta de compañías transnacionales.
Asimismo, en ese desarrollo que implica la enorme producción de bebidas destiladas y fermentadas hay un gran trasfondo económico de voces silenciadas. Para la clase productora, un gran beneficio (en el caso de Costa Rica, el monopolio de la Fábrica Nacional de Licores), en otros países, en cambio, las clases sociales más necesitadas son sometidas al engranaje monstruoso de producción y exportación internacional, pero que a la vez los transforma en víctimas del alcoholismo. Con esto no quiero afirmar que se trate de un problema exclusivo de estos sectores, porque en “vox populi” un pobre tirado en un caño es un borracho, pero un rico ebrio es un bebedor social.
Cuando esta misma clase que produce y consume la bebida hasta cambia su denominación de manera eufemística o dismemística, porque se rompe el delgado hilo normas sociales para transformarse en delincuente, ofensor sexual o bien abusador doméstico. Me refiero a la violencia que genera el consumo de bebidas alcohólicas en zonas marginales, entre las comunidades indígenas y precarios de inmigrantes de las zonas urbanas. Todos estos sectores silenciados ya se encuentran en un proceso de transculturación de una sociedad agobiada por la pobreza.

2 comentarios:

Didi dijo...

Creo que la chicha ha servido para marcarle un estereotipo a los grupos indígenas. Se cree que los indígenas pasan sus días casi borrachos de chicha; incluso hay quienes dicen que como no tienen nada mejor que hacer toman chicha siempre y por eso están tan pobres. Esto es una gran mentira. Los indígenas costarricenses toman chicha en sus fiestas, tal como otros tomamos cerveza, guaro, vodka o vino de nance. La chicha es su bebida escogida y ella arrastra una mitología ancestral muy importante. Además, los indígenas la siguen usando en ceremonias tradicionales como el Juego de los Diablitos, en Boruca, donde cada casa alista su chicha y se la ofrece a sus invitados como una muestra de su generosidad y de una solidaridad comunal diferente. Algunos se emborracharán es cierto, tanto como algunos de mis amigos o algunos de nosotros lo ha hecho alguna vez.

Selene Fallas dijo...

Definitivamente la historia de Cuba está relacionada muy de cerca con la historia del tabaco y del azúcar. en Costa Rica podríamos hablar que es la historia del banano y el café. Los oligarcas que continúan siendo los gobernantes del país y los extranjeros, que continuan explotando la tierra, gozando de todos los beneficios y sin el menor sacrificio. eso queda para nuestros suelos, nuestros compatriotas y nuestro país, en última instancia. El café siempre ha estado relacionada con las familias más poderosas y ricas del país. El banano con los inversionstas (debería decir invasores) que traen su capital, sí, pero además gozan de tantos privilegios que sería imposible que no tuvieran ganacias. Lo mismo sigue pasando. En el poder estar los oligarcas y en los extranjeros continuan "invirtiendo" en CR, traen sus edificios y el país les ofrece mano de obra barata, los mejores precios de los servicios hidroeléctricos, no pagan impestos, en fin, el paraíso comercial y aún la gente se siente amenazada si dicen que se van. El tabaco y el azúcar, e café y el banano. En este caso los dos son frutos, pero a qué lo asociamos verdaderamente. El banano: explotación y el café, el grano de oro, creo que se asocia directamente con eso. Alguna época de oro de la aldea que fuimos, un montón de cafetales alrededor de un teatro, un país donde los oligarcas (y eso no ha cambiado) hacen y deshacen a su antojo.