miércoles, 17 de octubre de 2007

¿Transculturación o perversión?

¿Es posible hablar de transculturación en momentos donde la globalización de mercados genera una crisis en las identidades nacionales?
Desayunar gallo pinto con huevo, merendar queso rosenberg danés con galletas Carrs inglesas; almorzar en Vishnú, comer unas galletas vicenzi italianas con relleno de limón y ginseng, cenar un sushi de cangrejo, pepino y huevos de pez volador con una Saporo significa ser un sujeto transcultural?
¿Vivir en una casa de estilo neocolonial, con columnas griegas y decoración interior entre minimalistas y fengshui implica asumirse como una identidad traslapada por violentos choques culturales resemantizados desde un yo cultural tenso o, más bien, jugar con los exóticos productos del mercado, para, a fin de cuentas, terminar por definirse como un juego de máscaras que perpetuamente se transponen unas tras otras sin ningún punto de enclave o nudo traumático. ( lo anterior plantearía un problema entre la neurosis moderna y la perversión posmoderna)

el problema de la transculturación reside en la resistencia, generada por el yo, para asumir la otredad en sí mismo; proceso traumático que solo puede superarse atravesando el fantasma o la identidad fija y metafísica, impuesta desde la oficialidad como algo eterno, desde las mediaciones históricas que rearticulan la compleja dialéctica entre el yo y lo otro (desenterrando el espejo que nos muestra nuestro lado ominoso); mientras que, los procesos rizomáticas de la esquizofrenía posmoderna eliminan el nudo traumático entre el yo y lo otro y nos dicen que no existe tal problema, porque, sencillamente, no hay "Yo" solo múltiples otros que pueden trasponerse, sin ninguna consecuencia, sobre nuestra corporalidad. ERGO SOMOS LO QUE QUEREMOS SER, EN UN MUNDO DONDE EL MERCADO NOS OFRECE INFINITAS POSIBILIDADES DE SER SIN PRIVILEGIAR UNA SOBRE OTRA. es decir, no existe espejo enterrado pues lo que existen son solo espejos que se muestras infinitamente.

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